
''Mi canto para ti''
Rumor alado triste
canción de los infelices
Canto paradas de desvelo
me escondo en ensueños
Mil veces caí
dos mil me levantaste
Cual atrapa sueños junto a mi
en mis desvelos me acompañaste
Amistad caminante
Amistad acompañante
Haces sonreír mi espíritu
y alejas los malos suspiros
Alegría en paradas de ánima
Fue el despertar de mis ojos
tu mano hacia mi extendida
Amistad que alejó tristeza en pozos
Amistad, gran compañía
Suavizaste mi vida en pétalos de armonía
En mí ha sido el despertar del sol
dulzura de oro te canto yo.
''La vida es hermosa''
Que hermosa es la vida como el resplandor del sol
que alumbra mi mañana con estruendo esplendor
míralo como canta, míralo qué encantador
es el árbol de la vida que florece con fervor.
La mañana se termina con un bello florecer
que alumbra tu camino con un precioso atardecer,
mis ojos se iluminan y lo ven resplandecer
en un hermoso reflejo que el mar nos ayuda a ver.
Empieza la noche oscura hecha de sueño y de ilusión
aparece su más fiel amiga, la luna con su imaginación
llegan las estrellas sonriéndonos con pasión
diciendo que seria de mi sin tu amor.
La noche cae y llega el amanecer
cuando mi alma empieza a entender
que cada atardecer es solo el comienzo de un final
hermoso que es vital de reconocer.
Que hermosa es la vida cuando empiezas a creer.
''La belleza de la amistad''
Cuando me encontraba decaído
cuando ni canto ni Biblia cuitas curaban
y el ciervo de la soledad asomaba
tú, querido amigo, conmigo te encontrabas.
Ni el placer de Voltaire y Cicerón
Aún con todos sus dones y erudición
o las hazañas de Aquiles y César
son igual a tus ideales y belleza.
Porque los cabellos y brazos decaen
Y las ilusiones con sus sueños van
Pero tu buena amistad nunca morirá
Tu compañía es como un rosal
Cuya única sana y robusta ambición
Es conseguir tu estima y adoración.
“Tan solo tu esencia”
Tu mirada es como la más hermosa de las estrellas,
Un lucero radiante y maravilloso
De luz inextinguible que ilumina con fervor
La vida de cual humilde aceptó tu corazón.
No puedo dejar de admirar lo majestuoso de tu ser
Que hace que día a día, mi amor vuelva a crecer.
Mi corazón se alegra con cada mirada que me das
Haciéndome sentir como un joven muy vivaz.
Considero tus ojos, tan brillantes como el sol,
Iluminando mis días y llenándolos de amor.
Esa tu boca, pequeña y maravillosa,
Con dientes de perlas y sonrisa contagiosa.
Cuánto daría por ser el viento,
Y recorrer con curiosidad
Todo aquello que produce en mí,
Una profunda y enorme ansiedad.
Eres un paisaje natural,
En donde solo el amor es el personaje principal.
Me enseñaste a volar, con solo cerrar mis ojos,
Para poder alcanzar a la niña de mis abrojos.
Con estas pocas palabras
Expreso mi pequeño y gran amor
A una hermosa dama
Que robó mi corazón.
''La dama del río''
Sentado en la cuenca de un río
con la luz dorada del sol
puedo ver tu brillante resplandor
disfrutando de cuando estas conmigo.
Tus ojos llenos del sutil brillo
con tu cabello cual girasol
y bajo la solitaria sombra del parasol
te ves tan hermosa ¡OH Dios mio!
Irradias tu entorno con tu belleza
cual rosa que cubre con su fragancia
suave tu piel como el algodón.
Yo, mi amada te amare con sutileza
con los detalles, tendré constancia
y te amare por siempre con todo mi corazón
"El soneto de Anacleto"
Anacleto contempla un gris soneto,
bien aburrido se encuentra mi amigo.
Si para hoy no lee, tendrá castigo
porque nunca aprendió, pobre Anacleto.
Sus intentos se orientan al fracaso,
no hay algo más que lo pueda oprimir.
Muy abatido, ya quisiera huir,
como se oculta el sol ante el ocaso.
Él, de versos quisiera aprender,
mas de un paciente profesor precisa.
Paso a paso comienza a entender.
Pobre Anacleto, no tiene futuro.
No logrará leer este soneto:
se lo leerá su gran amigo Arturo.
“Acidez”
No puedo masticar tu gran ausencia
pues me estremece su amargo sabor;
me causa náuseas, me arde de dolor,
mi ilusorio sentir de pertenencia.
Aquel opaco bolo de recuerdos,
traga furioso mi triste camino;
esta vil obra del brutal destino,
tritura mi silencio en largos muerdos.
Ser que mí me otorgó agridulce vida,
excretada de la existencia misma,
como tal acidez de alma afligida.
No puedo digerir este suceso;
ataca a mis palabras y a mi cuerpo:
hinca mi soledad un llanto obeso.